jueves, 24 de marzo de 2011

EL CONTRATO (de Ana Pérez Cañamares)

A todo me he entregado
como si fuera a durar.
Con cada persona
cada casa
cada ciudad
firmé un contrato
escrito sobre la piel.

Para decir adiós
he tenido que arrancarme
las cláusulas
a tiras.
Así ha sido
una y otra vez.
Con cada persona
cada casa
cada ciudad.

La letra pequeña
se esconde ya
entre cicatrices.




La primera vez que escuché este poema, pude oír perfectamente cómo se me abría otra herida en el pecho. Desde entonces, cada vez que lo escucho y cada vez que lo leo, noto el hilillo de sangre que se me escurre por entre las costillas, recorriendo las cárcavas de otras cicatrices, unas más recientes, otras tan antiguas como la piel que horadan.

Y no escarmiento. Tal vez porque hay gente que nacemos así, con vocación de tinta en la sangre y piel de papel, saltadores a tumba abierta, ¿para qué cuidarse? ¿Para qué mirar si hay agua en la piscina? Y cuando tienes la piel tan curtida, tantos costurones, los ojos encallecidos de llorar, la espalda doblada de tanto peso, te dices que ya no importa, que no hay en este mundo un sufrimiento que no hayas probado y los has sobrevivido a todos, pero te olvidas de que siempre cabe otra herida, otro corte, otro desgarrón.

Y así vas dejando a tu paso un rastro de sangre que alimenta al mundo. Y mientras tú te mueres, sólo te queda el consuelo de mirar atrás y ver que todas las flores, las ortigas, los árboles y hasta las piedras y las farolas que hay allí han salido de ti, que si tú no te hubieras derrochado a manos llenas, el mundo a tu espalda no sería más que un inmenso erial, un desierto de hielo.

3 comentarios:

  1. Ostras, Ana, gracias, qué texto tan bonito. Me encanta eso de que vas dejado a tu paso un rastro de sangre que alimenta al mundo... Precioso, de verdad, me ha emocionado.

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  2. Gracias a ti por el regalo que me hiciste, sin saberlo, aquel primer día.

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  3. ¡Ahí está tú, Ana! Grandes, certeras, crudas palabras. Me gusta. Bienvenida.

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