Te canto, te leo y,
sin saber porqué,
me pones la piel de gallina idiota.
Busco y remuevo tus versos,
los analizo como un forense
y
cuanto más los estudio,
menos entiendo.
Y, sin embargo, cuando al descuido
ojeo algún soneto, alguna línea,
vibran en mí las cuerdas de tus guitarras,
asoman tus lunas
y oscurecen tus noches
devorando mis palabras.
Y me vuelvo gitana chiquilla
y bailo en la amanecida
al son de gritos elípticos
que van de verso a monte,
hasta caer rendida,
muerta en una calle, donde nadie me conoce.
¿Te has quemado los labios alguna vez para que un dolor te quite el dolor del otro? Te aseguro que no funciona, pero se te ocurren cosas como estas. A mí, por lo menos.
miércoles, 29 de junio de 2011
miércoles, 8 de junio de 2011
Con tu nombre, Amor, forjé los barrotes de mi celda.
En tu nombre trencé las cuerdas
con que me até
una y otra vez.
Tu nombre, Amor, fue bandera de mi reino
y ley de mi silencio.
Por tu nombre rendí mi cuerpo
y amordacé mis sueños.
Pero quizás sea ahora tiempo de dinamitar
los cimientos de tu cárcel,
de gritar entre los escombros
que tu nombre ya no es más
cancela ni reja
y alejándome de ti, buscar
amores pequeños, ligeros, ingrávidos;
amores hechos de aire y espuma de cerveza.
Olvidar tu nombre, Amor, tan pesado
y poder, libremente, amar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)