viernes, 25 de marzo de 2011

Te usaré. No te hagas ilusiones, no es tu boca la que muerdo, ni tu nombre el que grito. No eres tú el que me visita en sueños ni es a ti a quien espero húmeda y anhelante. Pero a veces mi deseo necesita hacerle carne y te he elegido a ti, precisamente a ti. No tienes sus ojos ni sus labios, no dices sus palabras, no eres nada de él. No eres nada de mí. Por eso te elijo. Eres significante vacío al que yo lleno de significado.

Y tú... me preguntas si sabe que no es más que un muñeco en el que clavo mis agujas, trozo de tela relleno de tu recuerdo, que cada día quemo para invocarte. A veces se le olvida. Hasta que llego con las pupilas dilatadas, jadeando como un animal, y te llamo por su nombre, y él sabe que no le llamo a él, que no será a él al que deje vacío y exhausto, aunque sea él quien se vacíe, que no será su semen el que reciba, aunque sea él quien se corra dentro de mí.

¿Te gusta saberlo? ¿Te gusta saber todo esto? Seguro que me piensas desnuda, abrazada a otro cuerpo, otros labios besándome, otra lengua lamiéndome, otras manos aferrando mis caderas. Y yo te miro por encima de su hombro. ¿Me ves? Claro que sí. Me miras y sonríes benévolo con esta escena de sexo domesticado, como diciendo "juega y diviértete, niña mía, enreda a ese pobre diablo entre tus piernas. Luego vendré yo y sacudiré hasta el último de tus nervios, te aprisionaré en cualquier rincón, te follaré inmisericorde, te morderé donde él te lamía, desgarraré la piel que él acarició, porque sólo yo soy el dueño de tu deseo".

Sé que en cuanto me llames, volveré a ser yo la que arda en tu pira, cordero sacrificial de un dios cruel, que me hace y me deshace a su antojo, demiurgo de mi ser, alfarero de mi deseo. Ahora, sólo di mi nombre.

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