martes, 29 de marzo de 2011

Yo, por principios, nunca voy a visitar a nadie al hospital. Me parece demasiado impúdico. Esto me ha costado muchas críticas y más de una enemistad. Nunca de los pacientes, dicho sea de paso, sino de sus acompañantes, toda esa gente a la que le parece un plan tan estupendo pasar la tarde en la habitación de un enfermo como ir al cine. Y sale más barato, oye, y encima, qué bien quedas. Eso por no mencionar lo bien que le sienta a la conciencia: fíjate qué buena amiga soy, que fui a hacerle compañía a Martita después de la operación. Y la pobre Martita, recién operada, convaleciente, dolorida y harta de todo, aguantando el tipo, sonriendo y agradeciendo las visitas.

Y ahí está también el pobre marido de la pobre Martita, a quien todo el mundo se empeña en distraer y echar de allí (tú vete a tomar un café o a descansar, hombre, que ya nos quedamos nosotros con ella). Y a nadie se le ocurre que a lo mejor él no quiere distraerse ni descansar, sino quedarse a solas con Marta. Sin público, sin sonrisas.

Pero no, allá que acuden las hordas de familiares y amigos a distraerles, a hacerles compañía. Y te llaman por teléfono, ofendidísimos: oye, ¿cómo no vas a venir a ver a Martita, con lo mal que lo está pasando la pobre, todo el día ahí, solita y aburrida? Y tú, que piensas: aburrida, seguro, pero sola, ni para ir al baño. Si hay algo absolutamente imposible en un hospital es quedarse sola ni un minuto.

Estas visitas, además, siempre tienen una gran experiencia y conocimientos ¡en todas las especialidades! Da igual lo que haya dicho el médico, ellos siempre conocen otro caso o a otro especialista o a ellos les pasó… Por supuesto, también saben cuándo hay que hablar con el médico, llamar a la enfermera si se acaba el gotero (hay que ver qué neura tienen los acompañantes con los goteros)… es lo que tiene pasarse las tardes enteras allí.

Y es que en el fondo nos gusta el morbo del hospital, el espectáculo del dolor ajeno. Algunas visitas parece que hasta se ofenden cuando llegan y el paciente no tiene pinta de paciente, ni mala cara, ni se está quejando de lo mucho que le duele o lo mal que le tratan. Entonces, se ponen a curiosear por las demás habitaciones, en busca de un enfermo que sí sepa comportarse, que les haga sentir, de verdad, que ellos están allí de visita.

3 comentarios:

  1. Pues sí, existe un caso en que los pacientes se quedan solos en el hospital: esos domingos por ejemplo en que todas las visitas deciden que seguro que la habitación de la persona doliente está petada de otros visitantes, porque como es domingo... Y hete aquí que no viene nadie, y ese día, ese día, ley de murphy, justo la persona enferma necesita que la animen, la distraigan o le den dinero para la tele, que ahora cobran.

    Muy bueno lo de los goteros. ¿Sabéis que es una leyenda urbana eso de que si el gotero se acaba te entra aire en la vena y te mueres?

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  2. Cuando me vuelvan a ingresar, procuraré que sea en domingo.
    ¡Bienvenida, Lola!

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