martes, 10 de julio de 2012

Estatuas de sal

Sin más patria que la tierra que ocupan sus cuerpos
avanza un ejército de sombras
con la mirada perdida en la penumbra de las casas que dejaron:
el puchero al fuego, la mesa puesta.
Se envenenan con la sangre derramada de sus maridos y hermanos
y se amortajan en el recuerdo de las colchas que bordaron sus madres.
Algunas mujeres pastorean rebaños de moscas sobre la cara de sus hijos,
dormidos a fuerza de hambre y fiebre;
otras, demasiadas, acunan regazos ahora vacíos.
¿Qué abono hará florecer de nuevo estas rosas?
¿Qué agua lavará la sal de sus ojos?
Atrás sólo queda un reguero de ruinas y llanto
y el futuro no es más que la puerta de lona de una tienda de campaña.