domingo, 9 de septiembre de 2012

Obsesiones

Una mujer se acerca sola, empujando un carrito de bebé. Se detiene a mi lado en el semáforo y me echa en cara que estoy molestando a su hijo con el humo de mi cigarrillo. “¿Es que no lo ves?”. La miro, miro el carrito y la vuelvo a mirar a ella. No, yo no veo nada, pero ella sí, y eso me hace apartarme con una disculpa. Cruzo en cuanto el semáforo se pone en verde, casi corro para alejarme de la mujer y su carrito sin bebé. Giro a la izquierda en el primer cruce y me paro en seco. Me vuelvo a mirar, pero ya no la veo. Cuando entro en la oficina y enciendo el ordenador, sé que la mujer me perseguirá hasta que la encierre en un cuento.

2 comentarios:

  1. Magistral. Viva la diablura de los bebés a los que no les importa que se fume, y que sus madres, de histeria y de ictericia, de vuelvan locas o insosiables.

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  2. Lo peor de los niños suelen ser sus madres. Creo que es a ellas a quienes realmente no soporto.
    Un abrazo enorme, Pruden.

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