Déjame devolverte parte del dolor que me diste,
sólo parte, sólo las noches en blanco,
sólo los amaneceres oscuros.
Déjame poblar tus pesadillas,
esconderme en las sombras que te asustan,
perturbar tus paisajes interiores.
Sólo parte de mi dolor, soy así de generosa.
El frasco de lágrimas con tu nombre,
ése, me lo quedo.
Seguirá escondido bajo mi cama,
me pertenece, sólo mío, no lo comparto.
Soy así de egoísta.
Esas lágrimas que guardan
lo mejor de mí, lo que dejaste de ti,
me recordarán, como un feto en formol,
todo lo que me pudriste dentro.
Cierras como poca gente tus poemas. Un saludo.
ResponderEliminarA veces pienso que los cierro a portazo limpio.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ana.
esconderme en las sombras que te asustan
ResponderEliminarNada entiendo de esta -ni de otras- materias. Pero, no sé, tal vez sea demasiado regalo poner en manos del verdugo nuestra posibilidad de volver a amar enteramente.
ResponderEliminarMe gustó.
sulle
Curaciòn.
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