Con tu nombre, Amor, forjé los barrotes de mi celda.
En tu nombre trencé las cuerdas
con que me até
una y otra vez.
Tu nombre, Amor, fue bandera de mi reino
y ley de mi silencio.
Por tu nombre rendí mi cuerpo
y amordacé mis sueños.
Pero quizás sea ahora tiempo de dinamitar
los cimientos de tu cárcel,
de gritar entre los escombros
que tu nombre ya no es más
cancela ni reja
y alejándome de ti, buscar
amores pequeños, ligeros, ingrávidos;
amores hechos de aire y espuma de cerveza.
Olvidar tu nombre, Amor, tan pesado
y poder, libremente, amar.
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